Líneas de fuga 

Líneas de fuga pretende presentarse como una manera de conocer diferente. El flamenco no solo es un estilo, unas músicas y unos bailes, un argumento, un lugar de identidades tópicas: es también un medio, un medium, una forma determinada de hacer. No se trata, pues, de hablar de flamenco, sino de intentar que el flamenco hable, diga cosas. De ahí que lo que proponemos no sean exactamente conciertos, ni charlas especializadas, ni conversaciones ilustradas, porque lo que buscamos más bien es construir una situación, un ambiente, un momento singular del espacio-tiempo en el que podamos ver cómo escapan, como liebres, algunas ideas. 

Y lo haremos convocando a algunos de los flamencos protagonistas de Lo que va por debajo y sentándolos a una mesa donde tomar café, unas copas, donde dar conversación, un poco como pasa antes y después de las sesiones de El Dorado, con intervenciones musicales, pero no solo eso. Se trata de hacer hablar a esas mesas, de hacer que esas mesas bailen. 

No entraremos en lo de descolonizar el saber, pero muchos de los invitados son muy conscientes de que el saber es, necesariamente, una colonia. Aquí vamos a rondar alrededor de ese sitio, por su periferia, en las afueras. El flamenco en Barcelona es más central que periférico, aunque no se entienda así. De esa paradoja también hablaremos en estas mesas. 

El propio Pedro G. Romero andará por allí, dando juego, sirviendo el café, llenando los vasos de vino. Se trata de que canten, toquen, cuenten historias, no sólo los protagonistas de la película, sino también los invitados —gentes de Nou Barris, de El Dorado, del flamenco—, que nos hablarán de esto y aquello y nos traducirán de algún modo lo que dice el flamenco. Porque el flamenco siempre habla por lo bajo, por lo bajini. Estas mesas nos quieren ayudar a entenderlo. 

Dijo a la lengua el suspiro: 
«Lánzate a buscar palabras 
que digan lo que yo digo.»