El conjunto de la obra artística de Jordi Colomer es un proyecto inspirado conceptual y formalmente en la relación del ser humano con su entorno. En este sentido la medida, la proporción, la escala y la armonía del cuerpo humano juegan un papel central en un trabajo que, precisamente y hasta ahora, se había distinguido por evitar cualquier presencia humana visible –real o reproducida– en las esculturas, instalaciones o fotografías. Colomer suele recurrir a la alegoría para confrontar al espectador no tanto con las imágenes como con lugares. El dispositivo discursivo opera con un hermetismo que impide conocer «todo» el sentido, ocultado deliberadamente por el autor utilizando indistintamente referencias arquitectónicas, literarias, escultóricas o teatrales y coreográficas. Son los vestigios y los requisitos de unas actividades que desconocemos y que sólo se apuntan mediante la disposición de unos elementos habitualmente comunes, como platos, alfombras, mesas, sillas, o bien arquitectónicos, como pedestales, maquetas… Orden y desorden o movimiento y estabilidad son binomios que se descubren a menudo en esta obra. Simo marca sin duda un punto de inflexión importante en su trayectoria. El artista incorpora por primera vez la figura humana, por medio de la proyección de una narración protagonizada por Simo, antiheroico alter ego concebido por el artista a partir del ascético personaje Simón del desierto, la película de Luis Buñuel. […] La protagonista de esta narración entra y sale, como nosotros en la obra del artista, acumulando en su espacio íntimo objetos de marcado interés fetichista: zapatos, botes de mermelada, Lamentablemente, la acumulación obsesiva en su pequeña arquitectura privada no le concede la satisfacción que, solitaria, tampoco parece encontrar en la comunicación con los demás, quienes siguen adelante con sus vidas, ajenos al pequeño gran drama de Simo. José Lebrero Stals.