Acostumbrados a cierto minimalismo y al análisis de fenómenos perceptivos vinculados a la recepción de la obra de arte por parte del espectador, Rock my Religion (1982-1984) se desmarca de esta forma de trabajar propia de Dan Graham en los años setenta. Ya a finales de esa década y a principios de los ochenta, este artista abrió su campo de interés hacia fenómenos de carácter más social. Partiendo de un artículo de ensayo que había escrito con el mismo título, Graham construyó este vídeo de casi una hora de duración. En él, el artista analiza las prácticas del punk-rock más intelectualizadas que habían surgido en Nueva York en la segunda mitad de los años setenta, representadas por figuras como Patti Smith –según Graham, «la primera que puso en evidencia la verdad de que el rock es una religión». En lugar de elaborar una lectura sociológica sobre la industrialización de la música y su masificación, Graham apuesta por un análisis antropológico vinculando este fenómeno propio de la cultura contemporánea con la ritualidad de las culturas primitivas. Graham lee los códigos de veneración y seguimiento de las estrellas del rock como una secularización de las conductas de algunas comunidades religiosas del protestantismo más intransigente como son los Shakers. Una atrevida tesis que equipara la práctica de danzas para entrar en tránsito y la abnegación incondicional hacia el líder en esas comunidades con las conductas y actitudes de los consumidores adolescentes en los suburbios americanos de los años cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, y con la contracultura de los sesenta, contexto en el que creció el fenómeno del rock. Graham construye un complejo collage fílmico que incorpora textos, performances y grabaciones de grandes conciertos y que ha influido en artistas posteriores como Mike Kelley y Paul McCarthy y en músicos como la banda Sonic Youth.