«Un chef no se limita a mezclar ingredientes», exclama una mujer con el acento popular de Brooklyn mientras la cámara muestra imágenes exquisitas procedentes de revistas de gastronomía y viajes. En este vídeo en blanco y negro, la primera obra en la que Rosler utiliza este medio, se explora la relación entre gastronomía, imposición de clase y producción de género. La silueta de una mujer cuyo rostro no se muestra describe sus esfuerzos para mejorar su situación y la de su familia a través de la alta gastronomía. Con voz inexpresiva y acompañada por las notas de un concierto de violín, la mujer explica sus razones para querer convertirse en una gourmet. El texto procede de una de las novelas en postales de Rosler–una obra también titulada Budding Gourmet y realizada el mismo año 1974–, en la que en once capítulos la artista narra en primera persona la historia de una mujer que desea aprender alta gastronomía para mejorar su posición social. El vídeo, que reproduce la estética y el lenguaje visual de los populares programas de cocina emitidos por televisión, intercala la voz de la mujer con imágenes de revistas de comida y de ocio, de productores y consumidores, de miseria y abundancia. Rosler plantea la alta cocina como un elemento de refinamiento cultural, de ascensión social y, en el caso de las cocinas orientales, de espiritualidad. En esta obra, cocinar es una forma de acumular y mostrar capital cultural, tanto si se trata de la elegancia de la haute cuisine francesa como del exotismo de otras culturas como puede ser la de Brasil. A Budding Gourmet contrapone la gastronomía al trabajo invisible y no remunerado de la alimentación diaria que realizan las mujeres en el contexto familiar. Si, por un lado, la cocina se ha asociado tradicionalmente al ámbito de las mujeres y a una esfera de poder social inexistente, la misma práctica culinaria situada en un contexto público se asocia al ámbito de reconocimiento de los grandes chefs.