En julio de 1977, Dieter Roth llegó a Cadaqués, donde Richard Hamilton veraneaba. Nada más llegar, cogió un cuaderno de dibujo al que empezó a aplicar todo tipo de materiales como lápiz, tinta, salami, colillas y restos de erizos de mar. Después pasó las hojas a Hamilton por si quería seguir trabajando en ellas, como ya habían hecho en otras ocasiones. Este encargó al carpintero sesenta piezas de madera del tamaño de las hojas del cuaderno, las pintó de blanco y pegó en ellas las creaciones de Roth, sobre las que siguió trabajando. Eran todas retratos humanos. Los dos amigos se dieron cuenta de que algunas imágenes mostraban un parecido con sus autorretratos, de modo que las fueron agrupando en treinta pares. Así nació INTERFACES. Poco después, Roth sugirió que se fotografiaran intentando parecerse al máximo a los cuadros. Las sesiones fotográficas se hicieron en Londres al cabo de unos meses. Hamilton filtró los negativos para lograr la mayor semejanza posible con los cuadros, que se presentaron en unos trípticos que permitían varias combinaciones para ser vistos según si el ala derecha o izquierda quedaba abierta o cerrada. La complicidad creativa entre Roth y Hamilton hace imposible distinguir la doble autoría en una obra que denota frescor, ironía y un gran deseo de juego.