Mar negro es una de las instalaciones más ambiciosas de Carlos Aires, un artista que toma como materia de su trabajo el dolor colectivo y los desplazamientos geográficos humanos. Se trata de un suelo construido con listones de madera pintados de distintos colores y colocados en forma de espiga. Los listones son piezas sueltas que se instalan siguiendo una combinación aleatoria, pero siempre de forma geométrica. Al tratarse de maderas usadas y recicladas, el visitante se siente tentado a caminar por su superficie. A primera vista, la instalación destaca por su belleza formal, por el color y la textura del entramado de madera. Pero un segundo elemento, un vídeo en el que se indica la procedencia de las maderas, subvierte cualquier lectura formal de la obra y le otorga una alta carga simbólica. Carlos Aires ha utilizado maderas procedentes de los restos de pateras y cayucos abandonados en las costas españolas. En concreto, las ha ido a buscar a un cementerio de barcos de Cádiz, donde van a parar las embarcaciones utilizadas para el transporte ilegal de inmigrantes. Así, el espectador que camina sobre la superficie de madera de impecable geometría descubre que esta se ha construido con los restos de embarcaciones ilegales con las que personas del continente africano han intentado, con éxito o sin él, hacer realidad el sueño europeo. Las cualidades formales de la pieza enlazan de manera directa y material con el drama humano que se está viviendo desde hace años en el Mediterráneo. «No es fácil asumir que uno pasea como si nada sobre un suelo de madera compuesto con los restos de pateras y cayucos del mayor cementerio del mundo de embarcaciones para el transporte ilegal. Sobre todo porque es insultantemente bello.» (Javier Díaz-Guardiola: «Meter la herida en el dedo», ABC Cultural, 14 marzo 2017). Al final de la proyección del vídeo, se escucha el sonido sutil de una radio marroquí como una referencia a la inmigración africana, reforzada por el título de la obra.