En 2010, Melanie Smith llevó a más de tres mil estudiantes de las escuelas públicas mexicanas al Estadio Azteca, en Ciudad de México, un estadio de fútbol icónico –el mayor del país– construido con motivo de los Juegos Olímpicos de 1968. Diez días antes de la inauguración de aquellos Juegos, se produjo la Masacre de Tlatelolco en la plaza de las Tres Culturas de la capital, donde estudiantes y civiles que se oponían al presidente Gustavo Díaz Ordaz fueron impunemente asesinados por militares y fuerzas policiales. Cada uno de los estudiantes reunidos por Smith llevaba una cartulina con una imagen. Situados por grupos en varios puntos del estadio, tanto en las gradas como en el campo, los chicos y chicas iban levantando las cartulinas al ritmo de una banda sonora que se oía por los altavoces hasta componer un gran mosaico: cada imagen individual funcionaba como un fragmento de una imagen más grande. Los distintos grupos fueron formando una serie de imágenes icónicas de la historia del arte, como el Cuadrado rojo de Malévich o el Angelus Novus de Paul Klee, así como del imaginario nacionalista mexicano, como el cuadro La patria de Jorge González Camarena, reproducido durante años en los libros de texto de las escuelas mexicanas. También formaban imágenes de la cultura de masas, como el boxeador Santo, el mítico luchador de la máscara de plata. La banda sonora de la acción era una marcha revolucionaria mexicana en versión rock. Mientras los estudiantes llegaban y se iban situando, en las pantallas del Estadio Azteca, entre anuncios de Coca-Cola y de Corona, podía leerse la frase «La revolución no será televisada», en clara referencia a la revolución y la masacre estudiantil. A medida que la performance se alargaba, los estudiantes se cansaban de sujetar las cartulinas y algunos empezaban a lanzarse objetos, otros se peleaban y otros se reían. Testigo del impacto de la irrupción del neoliberalismo en el México contemporáneo, Melanie Smith propone una reflexión sobre la construcción de las identidades culturales. Con motivo de su exposición en el MACBA en 2018, la artista, que califica su trabajo de «palimpsesto gigante», explicó que la obra «muestra cómo se desintegra el concepto de la madre patria a partir de la oscilación de las imágenes construidas». Como otras obras de Smith, ya sean fotografías, películas, esculturas o performances, Estadio Azteca. Proeza maleable muestra la articulación y desintegración de los imaginarios de la modernidad a través de elementos como el desconcierto o el absurdo.