Botticelli, Vermeer, Ingres... Jordi Cerdà incorpora imágenes icónicas del desnudo femenino representado en la historia del arte para designar las diferentes partes del cuerpo de una mujer: rostro, espalda, sexo... Estos elementos físicos son referidos por imágenes pintadas con una clara connotación cultural. La autorreferencialidad es evidente, así como la relación designativa de la pintura con el objeto que quiere representar, en este caso el cuerpo. Un trabajo fotográfico que debe situarse en las series realizadas por Cerdà entre 1975 y 1980, que exploran la capacidad representativa del lenguaje y de la imagen, en este caso pictórica. Como si, en contacto con el cuerpo real y físico de una mujer, la pintura mostrara toda su dimensión nominativa.
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