“Mi obra es el recuerdo y el souvenir de ese recuerdo al mismo tiempo, como si cogieras una piedra de la playa y te la llevaras a casa: en aquel momento la conviertes en souvenir y en recuerdo a la vez”, explicaba Carlos Pazos en una entrevista en el año 1992. Con raíces en el neodadaísmo y en un pop que podríamos calificar de sucio, Carlos Pazos ha sido un gran recuperador de objetos. Pese a su gusto por lo grotesco y la ironía, son la nostalgia y la pérdida de la ingenuidad lo que identifica un modo de trabajar y un modo de estar en el mundo, como muestra la gran instalación presentada en el año 1989 en Metrònom y que ha sido recuperada en el MACBA en 2021. Una escalera de avión que no lleva a ninguna parte centra la escena, planteada como una múltiple composición de elementos que remiten a la pasión proustiana del artista y a la idea de objeto escenificado. Los enanos de jardín, las máquinas de horóscopos y las telarañas iluminadas por bolas de discoteca son indicios a seguir de una obra que funciona como compendio de las obsesiones del artista.